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Nuestra subespecie de elefante junto con las de Borneo, india y Sri Lanka conforman el grupo de los elefantes asiáticos, que varían morfológicamente con respecto a su pariente africano, algo mayor. Su frente es más abombada, las orejas más redondas y pequeñas, el lomo más arqueado y la trompa, termina en un solo lóbulo y no en dos. Al nacer, llama la atención la gran capa de pelo negro que cubre a este gigante mamífero, que poco a poco irá perdiendo hasta descubrirse su piel gruesa y gris. La misma que le protege eficazmente de las picaduras de insectos y las inclemencias de su hábitat. Los elefantes se echan barro por encima para exfoliar y proteger la piel.
Se alimentan de hojas y frutas, y viven en manadas de hembras emparentadas y sus crías, dirigidas por una matriarca . Los machos dejan el grupo cuando alcanzan la madurez sexual. Solamente vuelven con las hembras cuando perciben, vía infrasonidos, que alguna desea reproducirse. Se produce entonces una competición entre machos, de la que saldrá un vencedor, que se apareará con la hembra.
La gestación dura 22 meses, tras lo cual nace una única cría, que ronda los 91 kilos de peso y mide un metro de altura. Durante sus seis primeros meses de vida se alimenta exclusivamente de la leche materna, que posteriormente complementa con plantas. El período de lactancia puede prolongarse durante cinco años. Se estima que en su primer mes puede alcanzar los 200 kilos; y en la edad adulta, cerca de cinco toneladas.