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La jirafa es alta desde que viene al mundo, puede llegar a medir hasta 170 centímetros al nacer. Tan solo en su primer año de vida aumenta más de un metro de altura. Ya de adulta puede alcanzar los seis metros. Su cuello, larguísimo, y su lento caminar, le confieren un aspecto chocante y fascinante. Se caracteriza por poseer una vista magnífica, que le permite vigilar los alrededores de la sabana en la que vive. Debido precisamente a su altura, la jirafa tiene un corazón de gran tamaño, capaz de bombear sangre hasta el cerebro.
La jirafa de Rothschild se puede encontrar en Kenia y Uganda.
Silenciosa y poco territorial, suele pasarse la vida de acá para allá. En ocasiones se ve obligada a luchar con otras jirafas, usando la cabeza para defenderse. Cuando se enfrentan a sus depredadores, son las patas las que utilizan como armas. Pocas veces se tumba: solamente cuando siente que no hay peligro. Forma manadas pequeñas y se aparea en cualquier época del año. La gestación dura de 15 meses. En cuanto a la alimentación, la jirafa se dedica a ramonear las ramas de los árboles, si bien puede comer arbustos, hierbas y frutas.