A pesar de su aspecto temeroso y sus grandes dientes de sierra, el tiburón toro (Carcharias Taurus) es un animal dócil y apático. Son una de las especies que mejor se adaptan al cautiverio. Sin embargo, no hay que fiarse: son escualos ágiles y de gran alcance capaces de nadar a grandes velocidades.
Bajo el nombre de tiburón toro podemos encontrar dos especies: Carcharias Taurus y Carcharhinus leucas. Si bien su nombre les confunde habitualmente, se trata de dos especies totalmente diferentes. La Carcharias leucas, llamada ‘Bull Shark’ en inglés y tiburón Sardá en castellano, es uno de los escualos más agresivos y peligrosos que existen, tanto que en Australia tiene fama de ‘come hombres’.
Por su parte, el Carcharias Taurus es una especie más pacífica. Aunque su aspecto parece peligroso cuando muestra sus afilados dientes, este escualo es casi inofensivo para el hombre y no le gusta su presencia. Se pueden encontrar tiburones toro en los océanos de todo el mundo, en el Atlántico, Índico y Pacífico. También conocido como Escalandrún, le gusta nadar cerca del suelo oceánico en busca de cangrejos, calamares, pequeños tiburones y peces.
Los tiburones toro se identifican por su hocico romo, su cuerpo rechoncho - marrón en la parte superior y blanco en la inferior-, ojos pequeños, dos grandes aletas dorsales y una cola alargada. Aunque lo normal es que midan de media dos metros de longitud, el tiburón toro puede superar los tres metros de largo, siendo las hembras algo mayores que los machos.
El tiburón toro es un oportunista y come casi todo lo que encuentra. Es un escualo que suele salir a la superficie para coger aire y después estar un rato en medio del océano sin moverse. Como curiosidad, en agosto de 2011 se fotografió un ejemplar albino en South West Rocks, Australia.
Aunque no es una especie en peligro de extinción, el tiburón toro está incluido en la Lista roja de especies amenazadas, en la categoría de vulnerable. Es uno de los tiburones más comunes que podemos encontrar en los acuarios de todo el mundo gracias a su fácil adaptación a la vida en cautividad. Un ejemplo de ello lo tenemos en el Zoo Aquarium de Madrid.